Cerrado por deconstrucción podría ser perfectamente la típica frase ingeniosa estampada en una camiseta. A mí me gusta particularmente, porque me parece una manera muy acertada de denominar a la noche oscura del alma con un lenguaje más moderno. Cerrado por deconstrucción remite a la idea de deshabitarse y hace alusión expresa al proceso terapéutico en el que muchas personas se sumergen cuando van en pos del cambio interior, ese viaje hacia tu lado más sombrío en busca de ti misma que te ayuda a entender por qué eres cómo eres y por qué te ocurre lo que te ocurre.
Una aventura de tal magnitud supone un complejo proceso de transformación. No en vano, tomar sobre los hombros la responsabilidad de la propia vida requiere valentía. También implica someterse a una evaluación minuciosa por parte del terapeuta, que te mira igual que si fueras una sospechosa de asesinato. Es necesaria una buena dosis de rendición. Normalmente, ante este examen, tu primera reacción es rebelarte, porque tu ego se siente atacado y tú, incómoda. Surge el miedo. Están hurgando en tus circuitos más íntimos, ¿qué esperabas? Y por si esto fuera poco, encima desmontar tu personalidad, algo que tanto tiempo te ha costado construir, no se logra de un día para otro, porque ese falso yo con el que te identificas es el gran escudo tras el cual te proteges. Por tanto, la demolición precisa su tiempo y unos pasos determinados.
La deconstrucción de ti misma implica salir de tu personaje
Cuando te empieza a temblar el pulso y el brazo que sostiene el escudo acusa el cansancio, te sientes vulnerable. Sanarte implica deconstruirte, deshabitarte, abrirte en canal y salir de ese personaje que te has creado. Cuesta, supone un esfuerzo. En cierto modo, una terapia equivale a vaciar un pozo de sustancias tóxicas. Lo que sale de ahí no es agradable. Al limpiarte, te vacías de creencias, pensamientos y emociones que te han ido corroyendo por dentro y destruyendo la autoestima, especialmente si tu contenedor emocional rebosa de residuos derivados de bloqueos mentales, emociones estancadas, heridas no sanadas, crisis internas sin resolver y otras cuestiones existenciales aparcadas indefinidamente en los sótanos del inconsciente.
La gran noticia es que, cuando se van, en su lugar aparecen otras cosas que antes no veías, sencillamente porque estaban ocultas bajo la densa capa de confusión. Eso sí, son cosas buenas pero también malas, porque bajo esa primera capa, suele aparecer otra con la mugre más incrustada todavía. En ese momento, te gustaría que el reloj se parase y te diese una tregua para poder integrar todo lo que va saliendo. A la vez, al distanciarte de tu personaje, puedes verlo con objetividad, sin implicarte. Entonces te conviertes en observadora. Ya no te duele tanto, porque has aprendido a desidentificarte de tu ego.
Deshabitarte es necesario para volver a habitarte desde tu yo más amoroso
En general, las personas no tienen buena predisposición para exponerse ante una desconocida o un desconocido y mostrar sus adentros. Es normal, cuesta soltar el control y permitir que te ayuden. Pero de eso se trata, de deshacer todas esas capas que has ido acumulando a lo largo de tu vida para poder caminar ligera.
Los secretos duelen. Si sufriste un episodio traumático, debes contarlo, aunque sea escribiendo una carta a una amiga imaginaria. Lo importante es que no te lo quedes dentro. Deshabitarte es necesario para volver a habitarte desde tu yo más amoroso, ese que no se culpa ni se juzga, ese que te perdona y te cobija.
Date permiso para ser tú misma
Cerrado por deconstrucción es una manera de decirle al mundo que te trate con cuidado. En ciertas tribus africanas, cuando una persona de la comunidad tiene un problema y lo expone, las otras analizan sus propias vidas para ver qué no está funcionando correctamente en ellas. Es decir, consideran que lo que no funciona en uno repercute en un mal funcionamiento del colectivo y por eso, si hay alguien del colectivo que no está bien, es que igual hay algo en mí que no está bien. Por tanto, debo revisarme y obrar en consecuencia para cambiarlo y mejorarlo.
Esta cultura de arropamiento, del amparo tribal, se ha perdido en la mayor parte de las tradiciones. Se perdió en el momento en el que nos separamos de nosotras mismas. Paradójicamente, el individualismo aniquila la propia expresión natural del yo y de sus respuestas orgánicas de empatía y solidaridad para con el prójimo.
Ser tú misma es reconocerte en tu debilidad igual que en tu fortaleza. Tienes que buscar la manera de convertir tu debilidad en fortaleza. A veces es tan simple como utilizarla de trampolín para realizar un proceso de transformación personal. Aceptar nuestra debilidad es aceptarnos por completo.
¡CAMBIA!
No te quedes ahí parada, sin hacer nada. Todo empieza por pequeños cambios que, un buen día, sin darte cuenta, producen un gran cambio en ti. Siempre le digo a las personas que, para poder gestionar cualquier emoción, empiecen por lo más pequeño. Si la culpa es una de tus emociones dominantes, di no a pequeñas cosas y un día, espontáneamente, dirás no a cosas que antes te parecían imposibles.
Muchas gotas de agua forman un océano. Con las emociones pasa lo mismo. El miedo es igual que el océano y cada gota de agua es cada momento en el que has sentido miedo, ya sea en la vida real, ya sea solo en tu mente. Empieza haciendo cosas que te den poquito miedo y, con el tiempo, verás que podrás vencer miedos mayores de una forma increíble. Si lo haces al revés y los enfrentas de golpe, lo único que conseguirás es que aumenten.
Date una oportunidad. Si te quedas en la creencia de que no puedes cambiar, nunca lo harás. Para ser feliz, debes creer que puedes serlo.
A lo mejor ahora es tu momento de colgar el cartel de «Cerrado por deconstrucción».
A lo mejor ahora es tu momento para replantearte algunas cosas importantes. Si es así, yo te puedo ayudar con la Lectura de Alma, un proceso terapéutico para personas valientes que quieren tomar las riendas de su vida.
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