El miedo al compromiso es la excusa perfecta para todas aquellas personas que están en relaciones incompletas. Cuando nos comprometemos con alguien, mostramos nuestros sentimientos abiertamente. Sin embargo, el miedo a exponer su corazón, hace que muchas personas no se comprometan, porque una cosa es lo que yo siento y otra muy distinta que todo el mundo se entere, por lo tanto el miedo al compromiso es miedo a amar.
El compromiso vendría a ser el escaparate del amor. Muchas personas se quejan de que sus parejas no quieren comprometerse, de que ya les va bien como están. No, lo que hacen es curarse en salud. El no comprometerse es una manera de evitar la vergüenza si el otro te deja, porque no hay humillación pública. ¿Y por eso va a doler menos?
Etimológicamente, compromiso significa responsabilidad, obligación. Por tanto, las personas que lo evitan simplemente están huyendo de la responsabilidad. Para muchas personas, las responsabilidades son cargas pesadas, prefieren vivir en la no obligación, de esa manera siempre tienen una puerta trasera por la que escaparse si las cosas no van bien.
El compromiso bien entendido es la llave del amor
Antiguamente, la pareja se comprometía para toda la vida, a veces para mal y otras para bien. La mayoría de nosotras lo hemos visto en nuestros padres. La responsabilidad que subyace en el compromiso se convierte, con el paso de los años, en cuidado, compañía, sacrificio, renuncia y ayuda recíproca para llegar lo más dignamente posible a la vejez con esa persona que ha estado toda la vida junto a ti. Antiguamente el compromiso era una demanda social, el miedo al compromiso podía existir, pero era mayor la vergüenza al que dirán lo que impulsaba a las personas a comprometerse.
Muchas personas prefieren la soledad o no comprometerse al cien por ciento, pero no porque quieran estar solas, sino porque no saben cuidar. Cuidar significa pensar en alguien. Las personas egoístas no pueden cuidar y, por norma general, tampoco se pueden comprometer. Una persona que solo piensa en ella está incapacitada para amar y para comprometerse. Para cuidar hay que saber amar.
El miedo te deja ciego y te hace perder la razón
El ser humano vive constantemente en el bucle del ego, atrapado en él, y por eso no puede ver más allá de lo que su mente le dice. La mente es el escenario del ego, la pantalla o la maya –como le llaman los budistas– donde, de manera abstracta, creamos la realidad. Ser racional puede parecer una ventaja sobre otros seres que no lo son, pero casi para lo único que se suele utilizar el raciocinio, en realidad, es para alimentar el ego.
Puedes convencerte de que quieres o no quieres a alguien desde tu propio ego. Puedes justificar tus actos, incluso puedes creer tener la razón siempre. Todo eso lo hace tu ego, igual que decidir si te comprometes o no. Y en muchos casos, desde ese ego también nace el compromiso, siempre por alguna razón egoica. La principal es por que tú tienes algo que creo que necesito para ser feliz.
Detrás de la falta de compromiso hay miedo y dolor
La especie humana –como otras especies– se ha apareado desde sus inicios para perdurar en el tiempo, para no extinguirse. El cuidado de las crías no era solo responsabilidad exclusiva del padre y de la madre, sino también de la tribu, de la comunidad. Y, por supuesto, el cuidado de los mayores no se hacía por obligación, sino por respeto.
Tenemos el cuidado grabado en nuestra genética. Si una persona no puede cuidar, amar ni comprometerse, es por algo. Yo creo que es porque está enfadada. Y herida. Es la única razón por la que una persona podría decidir no amar.
Puede deberse a rabia no exteriorizada. Quizá hacia alguien que no la cuidó en el pasado, que la trató mal, que no la respetó, que no la abrazó. Esa persona alberga en su corazón sentimientos de injusticia y de soledad. Y también, por supuesto, padece de una carencia afectiva. Si no me han cuidado y no me he sentido amado, eso significa que me han abandonado, que nadie ha velado por mí. Entonces, ¿por qué voy a velar yo por alguien?
No es que esa persona no sepa amar, ni mucho menos. La capacidad de amar es innata: somos amor. Por lo tanto, esa opción de que no sepa amar ni me la planteo. Estoy convencida de que esa persona está enfadada con el amor, lo rechaza. Y lo hace porque el amor también la rechazó a ella en el pasado.
Sin amor verdadero, no puede haber compromiso
Por supuesto esto es solo una posibilidad, no quiere decir que sea una verdad absoluta.
Pero si os fijáis, una persona enfadada con el amor no puede jugar, no sabe ser espontánea; es una persona rígida, se mantiene en un perfil bajo, porque no quiere llamar la atención. Al revés, la evita. La persona enfadada con el amor suele ser narcisista, es una persona que hacia el exterior aparenta bondad, pero que en realidad disfruta con el dolor ajeno, le produce placer. No empatiza con tu dolor. Al contrario, le gusta provocártelo, porque, de esa manera, siente que es ella la que tiene el poder. Te utiliza para conseguir lo que quiere y le dan igual las consecuencias: no le importas ni lo más mínimo.
Está claro que no todas las personas que tienen miedo al compromiso y al amor son unas narcisistas, pero son raras, de eso no tengo la menor duda. No intentes que una persona así se comprometa contigo por tu propia necesidad de reconocimiento, de sentir que el compromiso es sinónimo de amor. No lo es.
A lo mejor ahora es tu momento para replantearte algunas cosas importantes. Si es así, yo te puedo ayudar con la Lectura de Alma, un proceso terapéutico para personas valientes que quieren tomar las riendas de su vida.
La película La boda de mi mejor amigo nos muestra como el miedo a mostrar nuestras emociones nos hace perder lo más importante muchas veces.
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