La diferencia entre información, conocimiento y sabiduría es clave para poder responder con coherencia a todo lo que nos sucede. Padecemos un exceso de información, vivimos en plena era digital y hay infinidad de canales de comunicación emitiendo sin parar contenidos basados en criterios totalmente personales y dispares. En su mayor parte, la verdad que exponen dista mucho de la realidad. Y la información lo es todo, sí. Pero ¿qué todo? Porque la información falsa y las noticias falseadas corren como la pólvora. Vamos, que, con la cosa de la posverdad, ya no sabemos a ciencia cierta qué es verdad y qué es mentira.
A una persona sin conocimiento es fácil manipularla mediante información adulterada. A una con mucho conocimiento, también. Quienes no saben, se confían a quienes dicen saber, y quienes sí saben, tienen tal ansia por saber que quieren saber más. ¿Para qué? Por una parte, para formarse una opinión y un discurso propios, y por otra, para demostrar cuánto saben, por eso es tan difícil que se desprendan de su saber sin contemplaciones. Están tan condicionados que son los más fáciles de manipular. Parece un rompecabezas, ¿verdad? ¿Y tú, crees que es tan importante estar informado de todo? Mi respuesta es que no. Tanta información hace más daño de lo que te imaginas. Los excesos nunca fueron buenos.
Diferenciar entre información y conocimiento te dará sabiduría
La información me puede dar una visión más o menos certera de las cosas, pero lo único que hará que esa información se convierta en conocimiento y posteriormente en sabiduría, será la experiencia. La realidad la creamos –y la creemos– cuando la experimentamos. Sin vivencia no hay conocimiento y, sin coherencia, no hay sabiduría. ¿Pero qué pasa cuándo te crees todo lo que lees, oyes o te dicen
He escuchado verdaderas locuras sobre recetas infalibles para lograr el despertar de conciencia. La mayor parte se basan en dejar de comer algo o en dejar de hacer algo relacionado con tu cuerpo físico, también en asumir un nuevo hábito o al revés, abandonar uno que ya se tenía. Sinceramente, discrepo completamente de estas prácticas. El cuerpo físico no despierta salvo después de dormir su sueño reparador, o tras un coma profundo. La conciencia no está en el cuerpo físico, está en el alma, ella es tu verdadera mente.
El alma nos acompaña a lo largo de toda nuestra experiencia de vida –de vida en existencias sucesivas, me refiero–, el cuerpo no. El cuerpo muere, el alma no. Por lo tanto, para lograr un despertar de conciencia, nos tenemos que centrar en nuestra alma, no en nuestro cuerpo. Lo que comas te podrá sentar bien o mal, tu organismo reaccionará a ello con acidez, pesadez, gases, etc. o disfrutando plácidamente de una cómoda digestión, pero tu alma no. Tu alma va a seguir evolucionando indiferentemene de todo eso. Una cosa es lo que te diga tu cuerpo, y otra muy distinta lo que necesita tu alma.
Tu patrón emocional permanece grabado en ti ya estés vivo o «muerto»
Las emociones están grabadas en el alma y somos adictos a ellas por naturaleza. En nuestro organismo, la felicidad, por ejemplo, la genera la dopamina, especialmente importante para la función motora. Al igual que otras sustancias, como la adrenalina o la endorfina, también la dopamina nos ayuda a garantizar nuestra supervivencia física. Sin embargo, el alma no las necesita para nada. Al contrario, un desbarajuste de las mismas puede apartarte enormemente de ella. Toda la información con la que nuestro entorno hiperconectado nos bombardea constantemente activa nuestro instinto de supervivencia, ya sea para protegernos (miedo), ya para impulsarnos (deseo).
Estar en un entorno natural nos conecta con nuestra verdadera esencia.
¿Qué pasa cuando tu entorno, el ecosistema en el que vives, va en contra de tu naturaleza? ¿Y si resulta que tu cuerpo, debido a una sobreexposición a toda esa información, vive una especie de colapso y se piensa que está siempre en peligro? ¿O qué pasaría si tu vida fuera un sube y baja de miedos y deseos, de incertidumbres y expectativas? Nuestro entorno perjudica nuestra conexión con nosotros mismos. Principalmente porque, por un lado está totalmente dirigido a mantener tu cuerpo físico en alerta permanente, a tráves de toda la información negativa con la que te manipula y, por otro, te crea una falsa sensación de felicidad convirtiéndote en adicto a algo. Para volverse loca, ¿verdad?
La residencia del alma no es el cuerpo, es la misma alma
El alma porta siempre consigo tu patrón emocional, es la depositaria de una sabiduria inmanente que te acompaña vayas donde vayas, incluido cada cuerpo-hotel donde te alojas por temporadas. El patrón siempre está latente en el alma, tanto si estás encarnado en la Tierra como si habitas otro plano de existencia. Ese patrón es el efecto y la causa de tu memoria emocional, de todo lo que te han hecho sentir cada una de las circunstancias de tus vidas a la hora de manifestarte como alma en cualquier plano. No solo el físico, sino también cualquier otro al que hayas ido ya o te vayas a ir cuando mueras
El karma es la memoria emocional/energética desde la cual atraes a tu vida diferentes experiencias. Tu reacción a ellas –o más bien tú no reacción– es lo que hará que tu alma pueda proyectarse en planos más elevados de consciencia. De ahí la importancia de despertar y de tomar conciencia de lo que somos realmente para poder avanzar en el camino del espíritu, vivir en coherencia y actuar en consecuencia con la sagrada divinidad, el amor eterno y la verdad suprema de la que formamos parte. A fin de cuentas, es lo que somos más allá de la realidad ilusoria.
Más allá de la vida y de la «muerte», todo es un estado de conciencia
La información te aporta conocimiento y, a partir de lo que conoces, te montas tus esquemas para intentar comprender el mundo y moverte por él. Sin embargo, hay una diferencia considerable entre lo que crees que sabes (y que te resulta útil para comprender el mundo) y una sabiduría más vital, más esencial. Conocerla, y no digamos ya experimentarla, te aportaría una visión más elevada de la que te proporciona la apariencia de realidad desde la que ahora interactúas y creas tu vida.
Una persona me preguntaba hace poco durante una Lectura de Alma: «¿Por qué a mi pareja y a mí nos dijeron que éramos almas gemelas y que habíamos decidido encontrarnos en esta vida para estar juntos?». Tristemente, su pareja acababa de fallecer. Su pesar era demoledor: «¿Por qué se ha muerto justo ahora, tan pronto?». ¡Qué pena! La verdad es que la muerte es un efecto, no una causa. Pero la causa y el efecto se repiten incesantemente: la causa/acción impulsa el efecto/reacción. Os recomiendo al respecto ver la película Soul explica de una manera muy simpática el viaje del alma trás la muerte.
Cada uno crea su propia realidad independientemente de los demás, y cada cosa que le ocurre demanda (y provoca) una reacción. Esa reacción siempre está condicionada por la memoria emocional. La única manera de que las cosas cambien es que uno actúe de manera distinta para así no retroalimentar dicha memoria. Si no paras el automatismo, como es inconsciente y tú infinito, se repite hasta el hartazgo.
Tu única alma gemela eres tú, así que más te vale enamorarte de ti
Cuando nos dicen algo tan bonito como que nuestra pareja es nuestra alma gemela, nos quedamos encantados. Nos sentimos muy especiales. Siento decirte que realmente no hay almas gemelas, o si prefieres, que todos somos almas gemelas en mayor o menor grado. O quizá sería más correcto decir almas afines. ¿Cuántas veces has jurado y perjurado que ese hombre o esa mujer de quien supuestamente te has enamorado es tu alma gemela? Para mí –y, ¡ojo!, que es lo que yo creo según mi experiencia–, la afinidad que sentimos hacia ciertas personas tiene más bien que ver con la similitud de vivencias que uno y otro hemos tenido.
Es decir, esas «almas gemelas» suelen ser personas que han vivido situaciones semejantes a las tuyas, a veces incluso idénticas, como si hubierais caminado en paralelo por vías distintas que terminan por desembocar en una sola. También suelen coincidir los patrones emocionales, las heridas y los miedos. Aunque a simple vista no lo parezca (porque experimentas una conexión diferente), lo que en verdad sucede es que te sientes reconocido en el otro. Estás viendo en el otro lo mismo que hay en ti, por eso te atrae.
La ley de atracción te va a encontrar siempre muy atractivo te pongas como te pongas
Las semejanzas activan un patrón atractor que va más allá de la apariencia física, cuyo poder de atracción es tanto o mayor que el de esta. Tiene que ver con lo que nos resulta familiar, lo que «nos vibra», lo que «resuena» con nuestra frecuencia. Por eso solemos repetir circunstancias en nuestra vida y atraer al mismo tipo de hombre o de mujer.
María me explicaba una vez que se había abierto una cuenta en Tinder. A María, su ex le había engañado con una amiga común. Y le parecía sorprendente, incluso casual que los hombres con los que acababa chateando también hubieran sido engañados por sus parejas. ¿Ves cómo funciona este patrón atractor? Pues así se las gasta.
La espiritualidad está muy distorsionada, tanto que, en gran cantidad de casos, no tiene nada que ver con la filosofía inicial que la originó. El ser humano, por naturaleza, necesita darle una explicación lógica a todo. Lo interesante es que, cuando no encuentra esa explicación, se la inventa y se queda tan ancho. En momentos así, parece que las leyes universales y naturales no fueran con él. Y así nos va. Pero creer en almas gemelas y en otros nuncavistos nos vela la realidad y nos hace vulnerables a un daño que, si dejaran de venderse con tanta difusión ciertas teorías, sería muy fácil de evitar
El saber no ocupa lugar mientras que la información lo invade todo
Cuanto más te piensas que sabes, más te aferras a lo que sabes y, por supuesto, no puedes desligarte de esa información con la que te identificas. ¿Qué va a ser de ti y de tu cerebro si la sueltas, verdad? ¿Qué van a pensar de ti quienes te aplauden tus derroches de conocimiento? ¿Y qué vas a pensar tú de ti? ¡Te vas a quedar en pelotas! ¿Entonces qué es lo que sabes realmente? ¿No te das cuenta de que estás cayendo en la trampa del falso conocimiento? Manejas datos, sí, pero conocer y saber son dos pozos diferentes, de aguas con sabores bien dispares. Querer llamar la atención y presumir de lo que uno sabe es una actitud muy propia del ego.
Antes de conocer y acumular información, mejor conócete a ti mismo. Es la única forma que hay de hallar la senda que conduce a la sabiduría. En mi caso, siempre digo que no sé nada. Puedo compartir mi experiencia, pero ¿mi experiencia es la ley? No. Solo es mi vivencia, que conforma mi pequeña, humilde y parcial visión de la realidad.
Me gusta jugar a atar los cabos sueltos que encuentro cada día dentro de las personas en mis consultas, que son numerosos y muy estimables. Intento ser coherente, pero eso no significa que lo que sé goce del calificativo de «verdad absoluta». La verdad siempre es relativa.
Discernir entre información y conocimiento, la clave para adquirir la sabiduria
Una de las cosas que más deberíamos pedir es claridad para poder discernir correctamente. El discernimiento tiene que ver con el fuero interno, la voluntad de independencia y la capacidad de comprender las cosas, de sopesarlas. Si estás condicionado por lo que dicen otros, tu respuesta siempre será una fotocopia de la suya, no la tuya. En cambio, cuando pones en duda todo lo que te dicen –y recelas hasta de lo que te dices tú a ti– para pasarlo por el tamiz de un sano escepticismo, entonces es cuando puedes llegar a comprender las cosas por ti mismo.
Cuando era pequeña, quería entender las cosas, no memorizarlas porque sí. Todavía lo hago, me niego a leer textos que, en cuanto empiezo a leerlos, veo que parten de un afán de adoctrinamiento. Y que lo fomentan, claro. Prefiero vivir, experimentar, confiar en mi intuición y, de esa manera, abrazar cada vivencia desde la espontaneidad del momento.
La sabiduría viene de dentro no de fuera. Conecta con tu corazón, para conectar con ella.