La emoción ciega es esa emoción que te impulsa a hacer las cosas sin darte cuenta. Saber cuál es tu emoción ciega te ayudará a poder reconocer el impulso emocional desde el que reaccionas a todo lo que te pasa. Las emociones son pura química y también son energía. El cuerpo energético-emocional tiene una fuerza increíble que determinará todas las decisiones que tomes.
Cuando tenemos la emoción ciega definida y localizada, podemos saber qué mecanismos de defensa hemos adquirido para no enfrentarnos a ella. En términos terapéuticos, se trata de averiguar de qué manera hemos ido tapándola debido a nuestra incapacidad de gestión emocional, a la carencia de una educación emocional adecuada o a nuestro desconocimiento acerca de cómo funcionan la mente y las emociones. Estas tres lagunas hacen que muchas personas (por no decir todas) caminen por la vida como pollos sin cabeza.
La emoción ciega es la emoción que más duele
La emoción que nos impulsa es justamente la que no vemos venir. Yo la llamo «la emoción ciega». Por lo general, se trata de una emoción dolorosa no solo a nivel psíquico, sino también físico. El cuerpo somatiza y se duele de las emociones no resueltas. Y aunque desde pequeñas –y también en nuestra vida adulta– todo nuestro propósito haya sido huir de este dolor, no por mucho correr hacia adelante el dolor se queda atrás. Y tampoco sirve la evasiva de «dejarlo correr» porque «el tiempo lo cura todo».
¿Cómo evitamos encontrarnos de frente con esa emoción ciega?
Creando un circuito involuntario entre las emociones y la mente, entre lo que te ocurre hoy y lo que te ocurrió en el pasado, entre lo que te gustaría que ocurriese en un futuro y lo que te da miedo que ocurra. Estás atrapado en un efecto continuo que durará todo el tiempo que tú quieras, o más bien hasta que te des cuenta y salgas voluntariamente de él.
Este circuito se retroalimenta constantemente, convirtiéndose con el tiempo en una personalidad con la que nos identificamos; a esa personalidad la llamaremos YO. Ese YO es el ego. Una máscara perfecta que actúa por ti en todos los momentos de tu vida y tras la que te escondes.
Distinguir entre el YO-EGO y el YO SOY original es realmente difícil. Los dispositivos de defensa del primero han desarrollado contra el segundo un plan estratégico infalible, donde el autoengaño, la justificación de actos propios y ajenos, y el discurso interno imparable (esa verborrea entre las dos vocecitas de la mente) no paran de esgrimir razones para seguir en sus trece y sembrar la confusión hasta hacer imposible el reconocimiento del YO SOY original.
¿Piensas luego existes o te emocionas luego vives?
Como un rey en su trono, el pensamiento propone desde el ego y nosotros, como súbditos obedientes, acabamos por hacer cosas que no queríamos hacer. Pero la madre del pensamiento es la emoción, ella es la que actúa con toda su potencia buscando que le des de comer, que la mantengas en tu casa a costa tuya. Esa emoción no va a desaparecer porque sí, está arraigada en ti. Sin embargo, sí puedes reducir su influencia hasta dejarla en un punto en el que –desprovista de su fuerza– no pueda condicionar tu vida.
Cuando una persona tiene una carga emocional de miedo, culpa, tristeza, rabia, o la emoción que sea, es su emoción la que ostenta el mando y le marca el paso. Si aflojamos la carga emocional, entonces será la persona –su YO SOY original– quien tome las riendas y se convierta en observadora consciente de los programas que actúan en ella día a día, a cada momento de su vida, sin que se dé cuenta la mayor parte de las veces.
El miedo a la pérdida es un miedo muy común. La pérdida está relacionada con la soledad; se nutre de creencias del tipo: no me quiero quedar sola, me da miedo estar sola, necesito a una persona que me acompañe, me proteja, me acoja, me abrace, etc. Pero también tiene que ver con el control sobre lo que quiero: ¿si yo no estoy, quién cuidará de mis cosas, de mi familia, por ejemplo? Si la persona a la que quiero desaparece, mi vida se desmoronará, ya no podré ser feliz, porque mi felicidad depende enteramente de esa persona. Tengo miedo a enfermar, a que me pase cualquier cosa y ya no pueda estar en el lugar donde quiero estar, pero sobre todo a sentirme sola.
¿Quién decide tu vida, tú o tu emoción?
Las emociones no son lo que los demás ven cuando me enfado o cuando estoy triste, o cuando estoy feliz; la exteriorización de lo que sentimos son sentimientos. Las emociones son muy importantes, son claves en nuestra vida, pues resultan decisivas a la hora de determinar cómo reaccionamos ante lo que nos ocurre. Sobre todo porque ellas deciden por ti, y eso no puede ser. Así que te recomiendo que te vayas hacia adentro y encuentres esa emoción que te impulsa a ser quien crees que eres.