¿Quién me mira desde el espejo cuando paso fugazmente ante él? ¿Es la misma mujer de ayer? El tiempo vuela tan rápido que, al mirarme de refilón en el cristal, veo a alguien a quien conozco y, a la vez, sin embargo, me cuesta reconocer. Cuántas veces te ha ocurrido cuando vas por la calle y te encuentras a una persona que te saluda y sabes seguro que la conoces, pero no recuerdas quién es. Eso me pasa conmigo misma cuando me enfrento con mi reflejo en el espejo.
¿Quién soy?, me pregunto, estudiando mi piel antes tersa y ahora quebrada por esas pequeñas dunas sobre las que he estado transitando durante medio siglo.
Miro hacia atrás y lo que por un lado parece que pasó ayer, por otro siento que ocurrió hace un siglo. Cuando envejeces, te sientes igual que cuando alguien te cuenta que tiene una enfermedad grave: parece que sea algo que le ocurre a los demás pero que nunca te va a tocar a ti. Somos así de ilusas a veces.
La menopausia está a la vuelta de la esquina, lleva ya una buena temporada asediando a mis hormonas, y cada ovulación o cada regla se convierte en una explosión emocional incontenible. A mí, la verdad, este periodo de mi vida es el que más me está enseñando. Yo, que soy tan observadora de mis emociones y de mis pensamientos, que siempre estoy en constante introspección y autoobservación (para aprender de mí misma y de esa manera poder ayudar a las demás) siento como si me estuviesen obligando a cursar un especie de máster de final de carrera.
La mirada del amor propio, te has preguntado alguna vez ¿Quién me mira desde el espejo?

Lo bonito es que estoy aprendiendo a mirarme de otra manera, de una forma más amorosa, más tierna, mucho más honesta y con una cierta nostalgia conmovedora hacia las Liles que habitan dentro de mí: a la bebé arrullada por mamá, a la niña jugando a hacerse cosquillas con papá, a la adolescente rebelándose contra los dos, a la joven inmadura que piensa que ya es adulta, a la impulsiva que no piensa y solo se deja sentir, a la luchadora que se levanta en armas contra lo establecido, a la apasionada entusiasta que aspira a lo sublime…
Las veo a todas en una. ¿Y sabes qué? Que cada vez somos más las Liles que ocupamos este espacio llamado cuerpo que se va marchitando despacito. Me reconozco en todas ellas y me digo: «¡Liles, has hecho todo lo mejor que has podido, lo mejor que supiste hacerlo en el momento oportuno! Así que todo es perfecto.».
Todo es perfecto
Veo mi imagen de refilón en el espejo y reflexiono sobre el valor y el transcurso del tiempo. A veces en el poco que queda como cuerpo físico y otras en la eternidad infinita que todas las almas tenemos por delante. Y me llama la atención la paz que me embarga, esa paz balsámica que me da la certeza innegable de saber que estoy en el lugar correcto. Y sobre todo que la vida que tengo es la que quiero vivir.
Si me permites que te dé un consejo, vive el presente al máximo y no te dejes arrastrar por emociones desbocadas, porque te harán perder la cabeza, además del tiempo. Plántate en el presente y déjate tocar por las emociones (porque las emociones deben sentirse), pero nunca te dejes dominar por ellas.
Tu vida es tuya y tú siempre debes tener el control. Existen infinitas capas de realidad superpuestas, tantas como tu imaginación consiga abarcar. Lo bueno es que siempre puedes elegir con cuál te quieres quedar.
Soy una sola yo y una infinidad de yos
Me acuerdo de todas las Liles que he sido. A cada una de ellas les doy las gracias por haber caminado conmigo de la mano hasta aquí. Y estoy feliz, porque todavía vendrán más y nos seguiremos encontrando, amando y aprendiendo unas de otras. Agradeciéndonos por lo mucho que nos damos y recibimos recíprocamente.
Ámate cada día como si fuera el primer día de tu vida en común con todos tus yos. Vívete como si tu vida fuera, a cada instante, una historia de amor eterno contigo misma. Reconcíliate con cada uno de tus yos, porque es la forma de sanar cualquier etapa de tu recorrido existencial con la que aún no estés en paz. Perdónate. No te culpes por nada. Acepta que siempre estás aprendiendo, que de eso se trata al fin y al cabo la vida, de comprender, integrar y soltar.
No pases por delante del espejo fugazmente. Aprende a mirarte sin culpa, a dejar de exigirte, a dejar de justificarte. Deja ya de pensar tanto y empieza a disfrutar de ti misma. Busca el silencio dentro de ti. Date vacaciones de ti misma de vez en cuando. Ya verás como son las mejores vacaciones de tu vida.
Te recomiendo que te leas este artículo de mi blog: Cuando te amas todo sale bien.
Te comparto esta preciosa canción de Gabrielle Roth & The Mirrors.